viernes, 10 de octubre de 2008

Ceiron y el ángel de alas purpúreas

Ceiron y el ángel de alas purpúreas

Mis ojos describen el paraíso omnipresente.
Las heridas sangran la torpeza del ayer.
Mi fiel acompañante y mis alas rosáceas,
El día se esconde y las estrellas renacen.

Una noche en la que deshojamos rosas de vida.
El viento sucumbe delante de nuestras risas.
Un cazador blanco con pelaje rugoso y frágil.
Y el ángel cuchicheando duerme sobre su lomo.

La lluvia golpea a las rocas de nuestro norte.
Apunto de amanecer y el sol se esconde.
Nuestras almas refugian la suerte perdida.
Abrazados los dos, como fuego y cenizas.
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Acto 1: Es hora de marchar

El equipaje debemos recoger.
Un sol comienza a regalarnos su vida.
Los ropajes colocamos en mi espalda.
La bolsa está preparada, podemos marchar.

Puntiagudas mis alas, rojas o rosáceas
escupen gotas de lluvia acumuladas.
Mis manos son garras que se afilan con tu piel.
Tus colmillos apresan las presas al anochecer.

Es hora de marchar tras la guerra perdida.
Las lanzas debemos empuñar en nuestro caminar.
Avanza con cuidado, las piedras resbalan.
Yo pisaré los charcos y la tierra que nos habla.

Un descanso merecido debajo de esta morera.
Las frutas comienzan a salir tras la primavera.
Es hora de cubrirnos y pasar desapercibidos.
Las sombras hablan, cuidado, cierra tu alma.
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Acto 2: La niña de los ojos de plata

Avistamos un pueblo en la hondonada.
Ceiron se esconde para no ser visto.
Las casas de madera escupen humo negro.
Sus chimeneas acogen mi desenfreno.

Antes de llegar a las puertas del pueblo.
Una chiquilla juega con su pequeño pastor.
Yo deshojo una rosa herida en mi corazón
y ella sonríe llamando mi atención.

Ojos de plata, miradas enfrentadas.
Únicamente yo tenía ojos plateados.
Milagro, confusión, hija única,
sin hermanas, el ángel caía arrodillado.

Sangran mis ojos en una tarde de abril.
Se desvanece mi memoria, se apaga.
Se cubren mis manos por el frío.
Me desvanezco cual rosa de invierno.
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Acto 3: El destino nos ha unido

Las luces se abren para mis ojos.
Las velas se derriten en el cuarto.
La niña de los ojos de plata.
Me mira, me paraliza, me desgarra.

La familia mira desconcertada.
El parecido similar los asombra.
El destino los une cual luciérnaga
come sobre el pastel de bodas.

La noche comienza con su derroche.
Juegos y fuegos artificiales.
Fiesta en el pueblo, chillidos.
La plaza quema la agonía allí rendida.

Charlas y charlas, las niñas hablan.
El ángel de alas rosáceas y ojos blancos.
La niña frágil y mimosa de ojos plateados.
El ángel sangra y ella trae agua para curarla.

Sus heridas se calman, y sus almas se juntan.
Vecinos llaman a la puerta de la morada.
Toc-Toc, desechos de vida en las afueras.
La tristeza colma su bienvenida.
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Acto 4 : Más allá de las rocas

Introducción – Narrador.

El ángel que os cuento en esta historia,
es un ser maravilloso, frágil, sutil, hermoso.
Ayudante de la vida de los menos favorecidos.
Su nombre es Ariel, el ángel rosáceo de ojos
plateados y mirada cautivadora. Y el amigo
que le acompaña se llama Ceiron, un lobo
blanco, elegante, fastuoso y pulcro. La niña
de ojos plateados, se llama Esmeralda.

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Ceiron se hallaba herido en todo su esplendor.
Sus heridas rasgaban toda su piel blanca.
Su compañera y fiel amiga quería ayudarlo.
pero su desmayo la había flaqueado.

Diálogos de tormenta en las horas cruciales.
La niña de los ojos plateados hablaba de un milagro.
Hierbas medicinales para curar al recién llegado.
Escondidas en las rocas, más allá de sus memorias.

Esmeralda pone toda su elegancia para ayudar a Ceiron.
Su padre niega de su fuerza, y la hecha para atrás.
Sus puertas se cierran y ella no puede hacer nada.
Sólo toca esperar hasta el próximo amanecer.
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Acto 5: Caída en la derrota

Los jilgueros cantan y dan la bienvenida a un día frío,
el aroma de la lluvia había dejado las huellas secas.
Un frío invernal y correoso llegaba a nuestras vidas.
Ceiron había empeorado y se reflejaba su desconcierto.

La gente del pueblo organizaba una partida al bosque.
Elrond lleno de abetos, pinos y bayas comestibles.
Zorros, pajarillos, lagartos y demás animaluchos.
Animales cobijando a las plantas de aquel lugar.

Mientras la niña de ojos plateados miraba a Ariel.
Esta tocaba con suavidad el pelaje de su amigo.
Ojos de plata, ojos blancos que lloraban la tristeza.
Las gentes del pueblo cuchicheaban a sus espaldas.

La familia de Esmeralda echaba a los curiosos.
Esta había acogido con cariño a Ariel y a su compañero.
Cada vez menos horas para su cura, sus memorias
escondían guerras y aventuras infinitas.

Lloraba desconsolada repitiendo una y otra vez:
No puede desaparecer, es mi vida y mi juventud.
Es el aroma que recorren mis lágrimas prohibidas.
Es el corazón hermanado de mi ida escondida.

Esmeralda calmaba sus lamentos erguidos.
El animal inquieto chillaba por el dolor escondido.
Sus heridas desprendían borbotones de sustancia.
Sangre roja, herida profunda, caída en la derrota.
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Acto 6: La orquídea roja

Escogidos los ayudantes de Esmeralda, el padre
había concedido definitivamente la partida a su hija.
A través de caminos llenos de zarzas y morales
caminaban con cuidado despejando todo a su paso.

El jefe del grupo se hacía llamar Ahsmir el valiente.
Un fanfarrón acomplejado por su gordura infame;
insolente, orgulloso, creyéndose el más fuerte.
Llegaron al destino solicitado, las abejas al frente.

Un aroma amarillento; se decía que era de aquel panal,
donde las abejas se cultivan, para cultivar la miel.
Algunos hombres se abalanzaron sobre el árbol y
el panal cayó con la miel encima de sus cabezas.

Corrían que se desplumaban, picaduras y dolores.
Esmeralda por un instante tenía calma para pensar.
Un plan debía organizar para buscar la orquídea roja,
que yacía escondida en las cavernas debajo del agua.

¡¡Ayuda!!, socorro, me ahogo, grrrrrrrrrr.
Por un instante la muchacha quedó perpleja.
Esa voz le sonaba muy familiar, era un viejo amigo.
Desconocido quizás para muchos, un pescador.

Dentro de la caverna, Esmeralda corría sin sol ni sombra.
Llegaba a su destino y no veía a su amigo. Tiró una cuerda.
Y en ese instante el hombre de mediana edad la sujetaba.
Fuerza para estirar, la patrulla de Esmeralda regresaba y ayudaba.

Sano y salvo, el hombre salía del agua cristalina
y de pronto se visualizaba en sus alforjas la orquídea roja.
Granitos de porcelana colgaban de la mochila del pescador,
eran granos de té para dormir en las noches heladas.

Noche agitada, el grupo en la caverna adormecida.
Paredes grises, figuras extrañas, voces escondidas.
El pescador cayó rendido tras un lingotazo de té.
Esmeralda aprovechaba y corría con las hojas rojas.

Sin pensarlo ni un instante, dejó la caverna y escapó.
La vida de Ceiron corría peligro. Había que salvarlo.
Sus compañeros yacían dormidos y el pescador atontado.
Ariel relamía la llegada de la niña, la de ojos plateados.
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Acto 7: Alegría en su mirada, la despedida.

La llegada de Esmeralda produjo en Ariel una alegría enorme.
Las hojas rojas dio a su madre y esta preparó una infusión.
Té rojo para curar a Ceiron, el lobo blanco y obediente.
Papillas de cereza para calmar las heridas de sangre.

A la mañana siguiente:

Ariel y Ceiron despedían a los pueblerinos del lugar.
Tras el encontronazo de Esmeralda y Ariel, y el parecido
tan alarmante entre las dos muchachas. Un nuevo camino,
y un nuevo destino iba a marcar la vida de estas dos almas.

Continuará…………

2 comentarios:

Diosaoasis dijo...

Me gusto como lo escribistes es interesante.
Escribes bien sigue expresandote que eso hace que demuestres la profundidad de lo que quieres trasmitir. Nos vemos amigo. Ok

Lobo Astur dijo...

Caray... no dejas de sorprenderme, veo que estás al 100x100 oh.... creo que mejoras con el tiempo.
Te Felicito, esa operación ¿fue de la vista o ...?
Un abrazote