Prefiero estatuas, a hombres mentirosos

Al taciturno encuentro de los besos hipocondríacos
entre dos huellas tiznadas de cal atragantada,
de velas que colorean el amarillo reconfortante,
de una calle atrayente, sin nombre, ni nadie.

En coche recorriendo el desempaque,
observando los tumultos de gente hambrienta,
coloreada en los tenderetes de las tiendas,
reponiendo sus miradas, mirando hacia la nada.

Decidía yo, no ser su pretendienta,
de los besuqueos que traspasan mi cordillera,
ni fijarme en su cuellazo entregado,
de masculino firme, valiente macho fusilado.

No quiero hombres así, más si deseo estatuas,
que no me digan barbaridades, ni palabrejas.
Prefiero frondosos ojos que me mimen loquitos,
encarados de almas, dulces y amorosos.

Autor: Francisco J. Román
Imagen: Internet