Una suave brisa recorre este amanecer.
Tus ojos encadenados a mí corazón
sufren mí agonía y mí perdición,
lo incomprendido y mí humillación.
Los árboles se han vuelto a estremecer.
En este lunes de ceniza vuelves a caer.
Te derrumbas de pena en el anochecer
y aún sigues dirigiendo a mí corazón.
Debilucha y con lágrimas ensortijadas.
Tu corazón ya ha dejado de manchar.
Pero al mío lo has vuelto a quemar.
Lo humillas y lo vuelves a envenenar.
Tanto que pintas, no pintas nada.
Ni mis lágrimas rojizas e irritadas.
No pintas nada en mí corazón.
Sólo pintas mentiras y dolor.
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Hace tiempo que no dejaba de llorar.
Mis lágrimas no resistían más.
Querían escapar de esta soledad.
Sacar su pena y echarla a volar.
Ahora pinto colores equivocados.
En una espalda de sufrimientos.
Ahora sano heridas del pasado.
Con mis lágrimas llenas de encanto.
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